Pues ya teníamos el vuelo, pero había que buscar alojamiento. Y eso era importante, porque en París la cosa se sube, y hay que elegir bien y todo eso. Y nos dice: mirar este piso en Airbnb. Y decimos, pues está de cojones, pero espera, ese no es el barrio donde pasó aquello, pero si ahí está la Bataclan. Y parece que nos daba cosilla. Pero nos dice, no hay que tener miedo. Y es verdad, de qué sirve el miedo, vivir con miedo es un rollo. Qué le den el miedo. Píllalo y ya que sea lo que tenga que ser. Y así, con nuestro piso pillado, pasaron los días y tras dos horas de vuelo estábamos en la France. Primero un café, que vaya horicas de salir, después el metro y al poco ya estábamos tocando el timbre. Nos abre la tipa. De unos 40 aprox. Jersey ancho, vaqueros. Me gustan sus botas.

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Dice bonjour comment ça va?

Decimos miau.

Y nos quedamos mirando sin saber cómo activar los subtítulos. Pero ahí llegó mi hermano, que sabe francés, e inglés, una mina mi hermano. Se pone a hablar con la tipa. Nosotros mientras inspeccionamos con curiosidad el piso. Lleno de detalles. Estanterías de libros. Figuras esotéricas, el diablo, Jesús. Cuadros, más figurillas extrañas. Al fin la tipa se va y mi hermano nos cuenta. Y resulta que la tipa se llama Maìsa Toulet, y es artista. Se nota a la legua, un piso creativo, la hostia de creativo. Mi hermano advierte: me ha dicho que otros huéspedes la han calificado de satánica por la decoración. Nos lo creemos, pero oye, aquello tiene su encanto. Siempre me han gustado los lugares abstractos, aquellos sitios donde la vista se pierde buscando el detalle. Y el piso era de esos. Un piso curioso, sin duda. Un piso donde llegar cansado, quitarse los zapatos y soñar. Nuestro pisico en París to guapo.

Y bueno, después llegó París que, como el piso, también tenía sus detalles. Aquí os dejo una muestra:

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