azul-casi-transparente-jpg

Sí, lo reconozco, aún no he leído nada del eterno aspirante al Nobel Haruki Murakami. Pero fue gracias a eso, bendita ignorancia, que llegué a conocer a su hermano bastardo, Ryu Murakami. Digo esto porque ya me picaba el gusanillo de leer al japonés (al del Nobel, digo) y cuando entré en la librería comencé a buscar títulos como Tokyo Blues o Kafka en la orilla, también buscaba el apellido de Murakami y fue en la sección de Anagrama donde me topé con Azul casi transparente de un tal Murakami. Me dije: venga, pues éste mismo. Y sucedió también que luego, al llegar al coche, al ojear los libros nuevos al borde del orgasmo, descubrí que todo había sido un error, que me había llevado a otro Murakami, pensé que a su hermano, o a su primo, tal vez un colega, pero bueno, como ya lo tenía pues lo leí, of course.

Después de investigar un poco, descubrí que Ryu y Haruki sólo tienen en común tres cosas: el apellido (y no, no son familia), ser japoneses y ser escritores. Ni siquiera el mismo estilo (aunque aquí no me meteré hasta leer al otro). Ryu Murakami  nació en la ciudad portuaria de Sasebo (Japón) y Azul casi transparente fue su primera novela, escrita cuando el autor contaba con 24 años.

La novela nos narra las vivencias de un grupo de chicos y chicas aficionados a la música rock y al consumo de drogas, unos jóvenes que dedican su tiempo a organizar orgías para los soldados de una base norteamericana cercana y que parecen vivir al margen de toda norma social, en la senda de la autodestrucción. De ahí que muchos subrayen el carácter nihilista y existencialista de la novela. Sin embargo, lejos de ser una novela fría, la voz del narrador, Ryu (sí, igual que el autor), transmite una gran sensibilidad, una sensibilidad que consigue transformar en bello los aspectos más degradados del ambiente en sí, por un lado, y de la existencia, por otro. También hay un deseo latente por volver a la rectitud, al menos en los pensamientos más íntimos del protagonista. Quizás por este motivo todos los miembros del grupo vean en Ryu una especie de figura paternal y acudan a él para sincerarse.
Una de las cosas que más me ha gustado son las reflexiones que el narrador hace cuando pasa por el trance de alguna droga, y, sobre todo, lo visual de la novela, las imágenes entre potentes y desgarradoras que nos ofrece. Y aquí todo adquiere sentido, pues Murakami también es director de cine y su mirada, al igual que una cámara, sabe acercar el zoom hacia la imagen precisa, poética, en este caso. También me ha recordado al ambiente de Los subterráneos de Kerouac, y eso, para mí, siempre será un punto a favor.
En definitiva, lo que comenzó siendo un error acabó por convertirse en un agradable acierto. Ahora buscaré otros títulos del autor como Los chicos de las taquillas y Sopa de Miso. Y al del Nobel, bueno, pues también lo leeré, pero quizás más adelante.

– ¡Mátame, Ryu, mátame pronto!
Toqué su cuello, estriado de líneas rojas. Entonces una parte del cielo se encendió.
Por un instante, a la luz azul pálido del relámpago todo se hizo transparente. El cuerpo de Lilly y mis brazos y la base y las montañas y el cielo nublado, todo transparente. Y entonces descubrí una línea curva atravesando la transparencia. Tenía una forma que nunca antes había visto, una blancura que se curva trazando arcos espléndidos.
– Ryu, ¿sabes que eres un bebé? No eres más que un bebé, al fin y al cabo.
Aparté la mano del cuello de Lilly y con mi lengua le quité la espuma de la boca. Ella me quitó la ropa y me abrazó. Un aceite que fluía de alguna parte formó un delta en torno a nuestros cuerpos, un delta con los colores del arco-iris.

Azul  casi transparente
Ryu Murakami
Anagrama, 2013

Deja un comentario